Por Pascual Serrano / Periodista y escritor.
La compañía de venta de libros por Internet Amazon no deja de protagonizar la actualidad informativa. Duras críticas de algunos Gobiernos como el francés, acusaciones de competencia desleal y evasión fiscal por parte de libreros y otras empresas del sector, denuncias de explotación laboral, anuncio de que su principal accionista y fundador compra
The Washington Post…
El pasado mes de junio todos los medios recogían el conflicto del Gobierno francés con la multinacional tras las declaraciones de la ministra francesa Aurélie Filipetti, que acusaba a la empresa de prácticas comerciales restrictivas sobre la libre competencia: “Hoy todo el mundo está harto de Amazon, una compañía que, por su práctica de dumping, tira abajo los precios con el fin de penetrar en los mercados para después, una vez en una posición de cuasimonopolio, hacer que los precios vuelvan a subir”.
En realidad los descuentos de Amazon apenas son del 5% y la gratuidad de los gastos de envío, pero el carácter controvertido de la multinacional es mucho más que esto. Por ejemplo tener su sede en Luxemburgo ha levantado las iras de los libreros europeos y muchos Gobiernos que observan cómo, sin violar la legalidad, la empresa logra evitar gran cantidad de impuestos. De ahí que la ministra francesa extendiera sus críticas un mes más tarde en declaraciones al diario Républicain Lorrain exigiendo que pagara sus impuestos a Francia. Según explicó, la facturación que realiza al territorio francés no coincide con los impuestos que debe pagar.
El truco fiscal
Es en el Reino Unido donde más evidente ha resultado su burla fiscal. Allí los clientes británicos compran libros en la web británica de Amazon, reciben el producto que ha sido guardado en una almacén situado en el Reino Unido, junto a una factura emitida en el Reino Unido, y al final la compañía paga el impuesto de sociedades sobre esas ventas en Luxemburgo.
Según su memoria oficial publicada el pasado 15 de mayo, Amazon recaudó en 2012 en el Reino Unido 5.000 millones de euros y pagó en impuestos 2,8 millones. Además, recibió 4 millones de euros en subvenciones del Gobierno británico. Ya en noviembre de 2012 una comisión parlamentaria británica difundió que la empresa disfrutó de ventas en 2011 por valor de 3.350 millones de libras (unos 4.100 millones de euros). En los últimos tres años, la cifra de facturación superó los 7.000 millones, pero los impuestos de sociedades abonados fueron solo de 2,3 millones de libras. Se suponía que las cifras conocidas eran confidenciales, o al menos esa era la intención de Amazon al entregarlas a la comisión parlamentaria tras recibir esa petición de información, pero los políticos británicos -los mismos que aprueban las legislaciones que permiten que esa actuación sea legal- terminaron tan indignados que las difundieron.
Aunque Amazon.com.uk ingresa miles de millones en diferentes países, todo se factura a través de su filial establecida en Luxemburgo, Amazon EU Sarl, de modo que, a efectos de impuestos, las sedes europeas se consideran proveedores de servicios de la sede de Luxemburgo. Lo paradójico es que en Luxemburgo trabajan cerca de 500 personas y solo en el Reino Unido 4.191.
En España sucede algo similar. Pese al éxito de su lanzamiento comercial, la filial de Amazon declaró en 2012 pérdidas contables de 54.329,8 euros, según las cuentas depositadas en el Registro Mercantil. Amazon Spain Fulfillment se constituyó con el nombre de Amazon.com Spain en 1998, pero permaneció casi sin actividad hasta finales de 2011, cuando el gigante del comercio electrónico lanzó su sitio para el mercado español. Ese año facturó 314.417 euros y abrió el primer centro logístico en mayo de 2012, si bien sus ventas en España serían mucho mayores puesto que muchas se realizan a filiales en otros países. Las cuentas de 2012 recién depositadas son las primeras de un ejercicio completo de actividad normal: la cifra de negocios declarada por la empresa ha pasado a ser de 10,59 millones de euros.
En España se repite el comportamiento de Amazon en otros países europeos, se utiliza a la filial española como simple intermediaria encargada de llevar a cabo la distribución, por lo que, pese a obtener importantes ingresos aquí, no tiene que pagar al fisco porque prácticamente toda la facturación se realiza desde Luxemburgo. Según la memoria de las cuentas anuales depositadas en el Registro Mercantil, la actividad de Amazon en nuestro país consiste en “prestar servicios de soporte corporativo, fundamentalmente a empresas del grupo”. De esta forma la empresa se considera “entidad de reducida dimensión”, tributa al 25% sobre los primeros 300.000 euros y al tipo general sobre el resto. Además, al tratarse de una empresa pequeña, no está obligada a auditar sus cuentas ni a elaborar informe de gestión.
El portal financiero Eleconomista.es ya denunciaba en noviembre del pasado año que en los tres años anteriores Amazon no había pagado impuestos, es más, tuvo incluso una pequeña devolución por parte de Hacienda. Según fuentes próximas a la Agencia Tributaria citadas por Eleconomista.es, el fisco investigaba el pasado año cuáles son sus ingresos reales en nuestro país y por qué puede vender productos culturales, como los e-books, o libros electrónicos, a un tipo de IVA del 3%, cuando en España es del 21%. La clave está en que al facturar desde Luxemburgo, donde el IVA de los libros electrónicos es del 3%, consigue ahorrarse un 18%. De esta forma, se queda sin rival en el mercado español. Varios gremios y empresas anunciaron una demanda contra Amazon por violar leyes como la que regula el precio fijo de los libros.
En principio, según las fuentes consultadas por Eleconomista.es, Amazon España sí que estaría pagando el IVA que le corresponde en otros productos, como los libros de papel, los DVD o los CD de música.
La opacidad de la multinacional es total. Sus responsables en España nunca se han pronunciado sobre las cifras de negocio. La agencia de comunicación que trabaja para Amazon rebotó, probablemente sin querer, un mensaje electrónico interno en respuesta a la petición de información de la revista La Marea. Decía literalmente: “Hola equipo, hemos recibido esta request: Dado lo sensible del tema y la relevancia del medio, de momento no contestéis nada. Cuando nos vuelva a insistir, ganamos tiempo. Mantenedme al tanto por favor y monitorizar el medio. Gracias”.
Cualquiera que entre en el portal de Amazon descubrirá también otra cosa curiosa: la venta de libros procedentes de otras librerías. El sistema consiste en que, al llegar a un país, Amazon elige a las mejores librerías existentes en cada lugar y les ofrece un contrato de colaboración, en el que se fijan las exigencias de calidad, rapidez de la entrega y condiciones económicas. El acuerdo reparte los papeles: la multinacional capta los pedidos en la red, los cobra por medio de tarjeta de pago electrónica y las librerías ponen a su disposición todos los libros de papel existentes en sus almacenes, se encargan de hacer los paquetes y los envíos correspondientes. Al cabo de varias semanas reciben una liquidación de Amazon por la que devuelven el importe facturado menos el 15% del total (juega unas semanas con la rentabilidad del dinero ajeno). Las librerías, además, han de pagar una cuota al mes y reciben una liquidación por los gastos que les acarrean los envíos a los libreros. Se trata de un gran negocio para Amazon: no invierte nada, no mantiene estocaje alguno, no tiene que manejar la entrada y salida de los libros, no se mancha las manos. Con una simple estructura informática centralizada que maneja la gestión, y con la promoción de la marca Amazon, tiene a su disposición toda la infraestructura librera.
Centro logístico de Amazon en Werne, Alemania. Foto / Dirk Vordestrasse.
Explotación laboral
La otra polémica en torno a Amazon son las condiciones laborales. El detonante fue un documental sobre la central de empaquetamiento de envíos en la ciudad de Bad Hersfeld, en Alemania, emitido el pasado 13 de febrero por la cadena pública de ese país ARD. Una de las protagonistas es una española y profesora de arte en paro que dejó en España a sus tres hijos y a su marido para trabajar durante tres meses para la campaña navideña de Amazon. Como ella, otros 10.000 trabajadores europeos fueron reclutados por la red de empleo EURES. Los empleados son alojados en unos bungalows aislados de la ciudad desde donde les llevaban y devolvían en autobuses a la fábrica. Deben limpiar ellos mismos los bungalows, donde cinco personas comparten habitación para dormir, y les desplazan a la fábrica antes de que comience su turno por lo que deben esperar para trabajar; la española afirma dormir solo cuatro horas al día y quedarse dormida mientras espera su turno. Tanto la comida fría que les sirven como el autobús les son descontados del sueldo. Hasta 15 kilómetros anda cada trabajador en cada turno por los pasillos del almacén preparando paquetes.
Una de las informaciones más impactantes del reportaje es que una empresa de seguridad se encargaba de vigilar a los trabajadores, incluso dentro de las habitaciones, en las que entraban sin permiso y llevaban a cabo registros para documentar “destrozos o robos en el mobiliario del hostal”, según declaró la empresa al periódico Junge Welt. Al parecer, según se muestra en el documental y ha publicado también The New York Times, dicha empresa tendría vínculos con grupos neonazis. El nombre de la compañía es H.E.S.S. en presumible relación con Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler. Al parecer no es casualidad ya que muchos de los guardias tenían la cabeza rapada y vestían uniformes de una marca popular entre la extrema derecha. Llegaron incluso a amenazar a los reporteros de ARD. Amazon pidió disculpas y rompió el contrato con la subcontrata.
De visita en varios almacenes de Amazon en Alemania, los periodistas comprueban el modelo laboral: en uno de ellos trabajan 3.300 trabajadores, de los cuales tan solo 200 están fijos. En Ausburgo son 5.000 y solamente un millar está contratado por la empresa, el resto son trabajadores temporales, tanto alemanes como extranjeros. El prestigioso periodista y escritor alemán Günter Wallraff, conocido por sus investigaciones e infiltraciones en empresas explotadoras, entrevistó a numeroso empleados y llegó calificar de “condiciones brutales” su situación laboral.
Tras la emisión del documental el sindicato alemán Verdi convocó una huelga en Amazon Alemania, para reclamar un convenio colectivo que recogiera mejoras en el sueldo base y aumento de suplementos por nocturnidad. En votación entre los trabajadores, el 97% de los miembros del sindicato manifestó su apoyo a la huelga.