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miércoles, 17 de octubre de 2012

El enemigo de la sociedad, George Soros y sus tentáculos

El multimillonario especulador George Soros se esconde debajo de la piel de filántropo y se oculta tras sus aportaciones millonarias a fundaciones y ONGs que actúan como telas de araña del pensamiento independiente de la sociedad.

No es uno cualquiera. Sus tentáculos nos alcanzan a los griegos y a los españoles con especial dureza. Tarpley describe los hechos con la clarividencia de siempre, en el video de abajo, que ya apareció con anterioridad en Nonius451, pero que vuelvo a colgar porque nuestra situación es cada vez más dramática, y es importante entender cómo se originó.

A la pregunta de si Soros es responsable de la debilidad del Euro, Tarpley habla de la guerra económica desde la oligarquía anglosajona, el dólar y la libra, contra el Euro, comenzando por su punto más débil, Grecia, y continuando por España. El Wall Street Journal describe la cena secreta que se celebró el 8 de febrero de 2010, con la asistencia de Monness Crespi Hardt, SAC Capital Advisors, Greenlight Capital, Brigade Capital y George Soros, entre otros.

(Esta noticia se puede encontrar en:

La idea, según Tarpley, es rebajar la presión sobre el dólar para enmascar su debilidad. Grecia es el flanco fácilmente atacable del Euro, y será la primera pieza del dominó en caer, a quien seguirán España, Portugal, Italia, hasta llegar a todas las deudas nacionales de todos los estados del mundo.
Si la explicación de Tarpley es buena (y yo así lo pienso), podemos considerar estos movimientos como el origen de nuestra dramática situación, que nos impide asomar la cabeza por fuera del pozo de la crisis.

El video es el siguiente (sorry, in English):


Pues bien, la sorpresa nos la podemos llevar cuando encontramos que los tentáculos del Sr Soros llegan hasta el diario ElPais, donde hoy tenemos en portada (como muchas otras veces) a José Ignacio Torreblanca, hablando desde su blog Cafe Steiner como experto sobre si España saldrá de la crisis y cómo deberá hacerlo.

José Ignacio Torreblanca es director de la oficina en España del European Council on Foreign Relations, un think tank financiado por la Open Society, como dice en su propia página. La Open Society es una fundación propiedad del señor Soros.

El que por un momento piense que estas fundaciones y think tanks son inocentes agrupaciones de pensadores, que se olvide. Estas organizaciones tienen su estrategia, clara y definida. Si el sr Soros se ha dedicado a especular contra nuestra sociedad, estoy convencido de que nuestro bienestar no está dentro de sus prioridades.

El asunto es muchísimo más importante de lo que parece. La prensa es el medio donde se generan las líneas generales del debate en una sociedad. Si en esos medios se permite que se inmiscuyan enemigos de esa misma sociedad, camuflados de "expertos", al final es irremediable que acabemos en sus manos.

Esto es lo que nos está ocurriendo en España. Es CRÍTICO para una sociedad sana que la prensa sea independiente. Si el señor Torreblanca aparece expresando su opinión en la portada de ElPais, debería haber un cartelito en la zona inferior que dijera "Publireportaje", igual que en los anuncios.

Aunque en realidad cuando ElPais ha sido comprado por un grupo inversor estadounidense, ya estamos dando los pasos necesarios para acabar hipnotizados por sus titulares y las opiniones de sus "expertos". El colmo es que a Soros no se le puede catalogar como otra cosa que no sea ENEMIGO de la sociedad (y especialmente de la española).


viernes, 2 de marzo de 2012

"Conspiranoicos".

En su blog ‘Café Steiner’, el Profesor de Ciencias Políticas de la UNED José Ignacio Torreblanca divulga de forma aprobatoria un artículo académico en el que 3 psicólogos sociales de la Universidad de Kent pretenden descubrir los mecanismos psicológicos que (supuestamente) hacen a determinadas personas proclives a creer en ‘teorías conspirativas’. 

La entrada del blog está siendo objeto de una intensa polémica en el espacio de comentarios, como cabría esperar de un texto que empieza con un chusco intento de represión ideológica, consistente en estigmatizar socialmente como ‘conspiranoicos’ a quienes creen en más ‘teorías conspirativas’ que el propio Torreblanca (que reconoce creer en algunas). Es una forma de represión ideológica típicamente estalinista, que pretende otorgar a la disidencia ideológica un tratamiento psicopatológico. El objetivo obvio es provocar una quiebra del debate racional.    
Pero analicemos el artículo académico que subyace a la polémica. (No ha sido tan fácil encontrarlo, porque Torreblanca omite mencionar el título y los autores, lo que no deja de sorprender en un profesor universitario, sobre todo si se piensa que el artículo no es objeto de una cita tangencial, sino que es la causa y el origen de la entrada del blog, a la que proporciona todo su contenido sustancial. ¿No se enseñan en la UNED las reglas básicas de las referencias de autores?) 
El artículo se titula ‘Dead and Alive: Beliefs in Contradictory Conspiracy Theories’, que podría traducirse como ‘Vivo y Muerto: Creencias en Teorías Conspirativas Contradictorias’ y está disponible en la red:
El título se refiere a la muerte de Osama Bin Laden, y a la (supuesta) observación experimental de que las personas ‘proclives a creer en teorías conspirativas’ son capaces de aceptar simultáneamente dos tesis contradictorias, a saber, que Bin Laden está vivo, y que llevaba tiempo muerto antes del 2 de mayo de 2011 (fecha de su muerte en Pakistán, según el gobierno de EE.UU.).
Los autores atribuyen esta (supuesta) irracionalidad de las ‘personas proclives a las teorías conspirativas’ a que tienen un ‘sistema de creencias monológico’, es decir, una visión del mundo formada por ideas que se adoptan o rechazan según se ajusten o no a una creencia central que preside el sistema. En el experimento, los sujetos tendrían como creencia central la idea de que las autoridades engañan y manipulan al público, y tenderían a aceptar las dos tesis contradictorias porque ambas se ajustan a esa creencia central, sin detenerse a considerar la validez intrínseca de las tesis, ni reparar en su incompatibilidad lógica. Los autores hacen referencia, en este sentido, a un estudio clásico de la psicología social (The Authoritarian Personality, 1950. Adorno et al.), en el que los autores analizan los prejuicios sociales, y observan que las personas que tienen una actitud negativa hacia los judíos, por ejemplo, son capaces de aceptar ideas contradictorias sobre ellos, siempre que sean ideas negativas (p.e. ‘se aíslan de la sociedad’ y ‘están demasiado ansiosos de participar en sociedad’).
Antes de iniciarse el experimento, los sujetos leían un texto describiendo la operación militar que supuestamente acabó con la muerte de Bin Laden en Pakistán, incluyendo algunas actuaciones aparentemente sospechosas del ejército norteamericano (como deshacerse del cadáver y no publicar fotos de él). Luego se les presentaba las siguientes 4 tesis:
a)          Bin Laden fue asesinado en la operación norteamericana.
b)          Aún está vivo.
c)          Ya estaba muerto.
d)          Las actuaciones de los americanos sugieren que estaban escondiendo algo.
Se les pide que valoren cada una de estas tesis conforme a un baremo de 1 a 6, según las consideren más o menos plausibles (1), convincentes (2), coherentes (3), y dignos de consideración (4), donde 1 significa ‘not at all’ y 6 ‘very much’. Luego (atención) se hace la media de las valoraciones que hace el sujeto por cada uno de estos conceptos (1, 2, 3 y 4), fusionándolas en un coeficiente compuesto para cada una de las tesis (a, b, c y d). Finalmente, se estudian las correlaciones entre los coeficiente compuestos de cada sujeto respecto de las diferentes tesis, y se observa que quienes dan una alta valoración a la tesis d (de la suspicacia), también tienden a hacerlo a las tesis b y c (las conspirativas que se contradicen entre sí). Según los autores, para estas personas ‘creer que Bin Laden está vivo no parece un obstáculo para creer que ya lleva años muerto’.
La conclusión que extraen es, literalmente, que ‘el conspiracionismo constituye un sistema de creencias monológico, que deriva su coherencia de unas creencias centrales, como la convicción de que las autoridades están involucradas en operaciones de engaño masivo’. No hace falta haber escrito muchos artículos académicos para advertir que este artículo es, no ya un bodrio intelectual (que lo es), sino un fraude científico institucionalmente consentido.
Un experimento científico es un método privilegiado de observación, porque permite aislar factores que, en el mundo real, suelen estar intrincadamente imbricados. Tiene que ser cuidadosamente diseñado para lograr ese aislamiento de factores. Es una labor tediosa y compleja, que a veces lleva años. En este experimento, los autores no sólo no se esfuerzan en deslindar conceptos y analizarlos separadamente, sino que se dedican precisamente a lo contrario, a mezclar conceptos deliberadamente para enmarañar el análisis. Me refiero, claro está, a ese coeficiente compuesto, un verdadero mejunje conceptual que los autores utilizan para concluir que los conspiracionistas se contradicen.
Porque, en efecto, puede considerarse contradictorio que los sujetos estimen que las dos tesis opuestas sobre la muerte de Bin Laden son ‘convincentes’ (2), pero no que consideren a ambas ‘plausibles’ (1), ni ‘coherentes’ (3), ni ‘dignas de consideración’ (4). No hay la menor incompatibilidad lógica. Y mucho menos cuando se cruzan los criterios, como de hecho se hace. Una tesis puede ser perfectamente plausible, y la tesis contraria ser, al mismo tiempo, ‘digna de consideración’, y así sucesivamente. De las 16 combinaciones posibles, sólo la combinación ‘convincente-convincente’ resulta contradictoria. Pero eso no impide a los autores concluir que los conspiracionistas dan por ciertas unas tesis contradictorias.   
Ahora bien, ¿por qué los sujetos se inclinan (genéricamente) por las tesis de que Bin Laden sigue vivo y de que ya estaba muerto? Según los autores, porque ambas tesis de ajustan a la creencia central de su ‘sistema de creencias monológico’, que es la suspicacia general ante las autoridades. Lo curioso es que ellos mismos admiten que, antes de iniciarse el experimento, facilitaron a los sujetos un texto en el que se describían las actuaciones norteamericanas consistentes en deshacerse del cadáver y no mostrar fotografías de él. A partir de estos hechos, creer que Bin Laden no murió conforme a la versión oficial no parece ser una ‘creencia central’ de un ‘sistema de creencias monológico’, sino un juicio de realidad basado en unos datos empíricos. Y si Bin Laden no murió el 2 de mayo de 2011, como dice la versión oficial ¿cuándo murió? La respuesta lógica es obvia: o antes o después. Ambas posibilidades son estadísticamente ‘plausibles-convincentes-coherentes-dignas de consideración’. No hay la menor anomalía ni contradicción.
¿Y los que no son proclives? Pues no lo sabemos, porque el experimento no los estudia. Otro gran gazapo científico. Cualquier experimento que pretenda estudiar a un grupo determinado, y sacar conclusiones sobre él, tiene que partir de un ‘grupo de control’ con el que establecer comparaciones. Aquí no hay nada de eso, lo que no impide a los autores extraer conclusiones sobre los peculiares mecanismos psicológicos que supuestamente subyacen a los conspiracionistas.
Y, finalmente, ¿quién ha dado validez científica a este artículo? Todo artículo sometido a la publicación de una revista científica ha de ser revisado por otros científicos de la especialidad (peer review), que suelen ser extremadamente exigentes y escrupulosos con la metodología empleada. En este caso, no sólo no se opera conforme a la metodología establecida, sino que se actúa abiertamente contra ella. ¿Quién ha aceptado esto? Es como si un avistador de talentos futbolísticos seleccionara a un jugador que no sólo no mete goles en la puerta contraria, sino que se esfuerza con éxito en meterlos en la puerta propia.
Que cada cual saque sus conclusiones, conspirativas o no.  
Anónimo

Obama y su equipo supuestamente presenciando el asesinato de Bin Laden
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