Si bien bombardear Siria no corresponde con ningún objetivo estratégico estatal de Estados Unidos ni de Francia, ambos países se preparan para hacerlo. Rusia y el Eje de la Resistencia preparan por lo tanto la respuesta. La principal dificultad consiste en transformar la agresión en una guerra regional sin que esta última llegue a convertirse en la Tercera (¿y última?) Guerra Mundial. En todo caso, los occidentales –si entran en guerra– tendrán que asumir un conflicto de amplio alcance y de larga duración, algo que no han visto desde los tiempos de la guerra de Vietnam.
Si Estados Unidos llegara a atacar Siria, no sería para «castigar al régimen» por un crimen que este no ha cometido sino para derrocarlo, como se hizo en Libia. Esa guerra sólo tendría sentido si llegara hasta sus últimas consecuencias ya que su único objetivo sería mantener a Estados Unidos en su posición de hiperpotencia y demostrar que ese país puede darse el lujo de destruir a quien le parece sin importarle la Carta de las Naciones Unidas.
El objetivo, con esa perspectiva, sería reeditar la operación ya realizada contra Libia: navíos y aviones de guerra bombardearían de conjunto todo el dispositivo político y militar sirio hasta acabar con él. Y después una columna de cientos de blindados sauditas conducidos por «opositores sirios» recientemente reclutados en los campamentos de refugiados ocuparía la capital. El bombardeo desde los destructores posicionados en el Mediterráneo puede resultar imposible debido a la presencia de la flota rusa a lo largo del litoral. Los misiles Tomahawks tendrían que pasar por encima de los navíos de la flota rusa sin que esta sintiese en peligro y esta tendría además que dejarlos pasar. El Pentágono podría decidir por lo tanto disparar desde la agrupación naval encabezada por el portaaviones USS Nimitz, agrupación que se halla en el Mar Rojo y cuyos misiles tendrían que sobrevolar los territorios de Arabia Saudita y Jordania. De hecho, se trataría entonces de un acto de guerra de parte de Arabia Saudita y de Jordania, lo cual les valdría ser blanco de la ulterior respuesta del Eje de la Resistencia. Y esa respuesta llegaría de inmediato en forma de levantamientos populares. Estados Unidos pudiera recurrir también a su aviación, bajo las mismas condiciones que para el disparo de misiles desde el Mar Rojo. Pero correría entonces el riesgo de perder hombres y aviones ante la defensa antiaérea siria.
Después de la destrucción de Siria, cientos de blindados sauditas, actualmente estacionados en Jordania, correrían a «liberar» las ruinas de la capital. Es para eso que el ministro de Defensa adjunto de Arabia Saudita ha venido reclutando sirios en los campamentos de refugiados, con la intención de que algunos de sus tanques sean piloteados por «revolucionarios sirios».
Estados Unidos pediría a sus aliados que participaran en el bombardeo aéreo. Es para eso que Francia ya posicionó varios aviones y envió a Jordania varias unidades de la Legión Extranjera.
Este plan parte de dos premisas: No habrá intervención directa de Rusia y la respuesta del Eje de la Resistencia tardará tanto que no influirá en el curso de los acontecimientos. Pero de no cumplirse esas dos premisas, la guerra se extendería de inmediato por toda la región y podría incluso convertirse en Tercera Guerra Mundial.
En el otro bando, Rusia e Irán quieren evitar la confrontación con Estados Unidos, pero se mantienen listos a enfrentarlo. El plan ruso consiste en respaldar al Eje de la Resistencia para que sus componentes no estatales y la propia Siria logren infligir importantes pérdidas a los agresores. Para lograrlo, el Estado Mayor ruso ha creado un grupo de enlace con Siria, Irán, el Hezbollah y otros «puestos avanzados» iraníes. Irán trataría de no entrar en guerra desde el comienzo y para ello recurriría primero a sus «puestos avanzados».
Rusia parece contraria a una respuesta contra Israel, donde hay un millón de ex soviéticos. En cambio no tendría problemas en apoyar una revolución en Arabia Saudita y en Jordania. Pero no sería esa la parte fundamental de la respuesta sino la realización de ataques de los grupos no estatales contra los intereses de Estados Unidos en toda la región, incluyendo las bases militares estadounidenses. Y no se excluye la posibilidad de atacar también intereses de Estados Unidos y Francia en territorio de ambos países.
Con esa perspectiva, Irán ha prohibido por el momento toda provocación. Fue anulada, por ejemplo, la cumbre de intelectuales antiimperialistas del mundo entero que debía celebrarse en Teherán. Pero, al mismo tiempo, sus fuerzas armadas se preparan para un choque regional. Los Guardianes de la Revolución han enviado instructores a todos sus «puestos avanzados». En Líbano, ya es evidente que el Hezbollah ha movilizado a sus combatientes. Las localidades del sur de ese país se han vaciado de jóvenes en edad de participar en los combates, los mismos que ahora se mantienen dispuestos a entrar en acción.