Reciente concierto en Palmira tras su liberación por parte del Ejército Árabe Sirio
(ABC, 7 de mayo de 2016)
En un artículo publicado hace algunos meses anticipábamos que la guerra de Siria –cuyo objetivo ha sido siempre derrocar a Al Assad y convertir este país en un estado títere que pueda ser desmembrado– entraba en una tercera fase de signo turbio. Escribíamos entonces que, después de haber malogrado los planes del mundialismo para Siria en dos ocasiones, Rusia iba a sufrir un “abrazo del oso” que la desprestigiaría ante la cínicamente llamada “opinión pública”. Este “abrazo del oso” se realizó mediante “resoluciones de la ONU” y “conversaciones de paz” que, como siempre sucede, sólo han servido para añadir mayor confusión al embrollo; y para justificar la retirada parcial de la aviación rusa de Siria, seguramente obligada por razones de asfixia económica. En las últimas semanas, este “abrazo del oso” se hace más eficaz mediante una campaña de intoxicaciones tan burdas como audaces, que tratan de presentar cualquier acción del ejército sirio (todavía ayudado por los remanentes de la aviación rusa) contra posiciones terroristas como “ataques a la población civil”.
Estas intoxicaciones tienen como escenario principal la ciudad de Alepo, en gran medida bajo el control del ejército sirio, aunque algunos barrios todavía se hallen en poder de Al-Nusra, organización terrorista que durante las últimas semanas ha lanzado una terrible ofensiva con granadas de mortero, cohetes y bombas. Los misioneros salesianos, que han decidido no abandonar la ciudad, afirman que están padeciendo los ataques más atroces en cinco años de guerra; y que estos ataques tienen como único objetivo masacrar la población civil de Alepo. Pero de esta salvaje ofensiva terrorista los medios de comunicación occidentales apenas nos dicen nada; en cambio, nos anuncian a bombo y platillo que un hospital de Médicos sin Fronteras sito en un barrio controlado por Al-Nusra ha sido bombardeado, no se sabe si por la aviación siria o por la rusa. De nada sirve que se aporten pruebas fotográficas mostrando que el edificio en el que presuntamente se hallaba el hospital ya estaba derruido hace un año. Tampoco nadie se pregunta por qué Médicos sin Fronteras tiene hospitales en barrios controlados por Al-Nusra y en cambio ninguno en los que controla el ejército sirio, a pesar de que casi el noventa por ciento de la población se halla en estos últimos.
La misma turbiedad rodea el bombardeo de un campamento próximo a Alepo, en una zona limítrofe con Turquía controlada también por Al-Nusra. De nuevo, los medios de comunicación occidentales atribuyen la autoría a la aviación siria o rusa, que de este modo aparecen ante los ojos de la “opinión pública” como responsables de “crímenes de guerra”. En todas las “informaciones” se nos oculta, sin embargo, que la llamada “oposición moderada” es irrelevante en Alepo, deglutida totalmente por Al-Nusra, que en cambio dispone de innumerable armamento, con el que está masacrando a cientos de civiles en los barrios controlados por el ejército sirio y tal vez también lanzando bombas de barril desde helicópteros en zonas bajo su control, para simular ataques aéreos. No hace falta añadir que Al-Nusra está utilizando armamento en parte entregado por Estados Unidos a la “oposición moderada”, en parte suministrado directamente por los aliados de Estados Unidos en la región. Pero la “opinión pública” nunca llega a conocer estas minucias. La tercera fase de la guerra de Siria se recrudece, entretanto, respaldada por una campaña de intoxicaciones tan burda como audaz. Y es que una “opinión pública” habituada a las manipulaciones del mundialismo tiene tragaderas para cualquier bazofia.
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