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sábado, 27 de agosto de 2011

Libia. Es duro saber que estamos en el bando de los malos

A veces algún conocido mío habla de los "moros" como de gente peligrosa, que no son de fiar, y en general de peor calaña que los occidentales, que nos condideramos mucho más cultos y educados que ellos.

Sin embargo, los hechos demuestran lo contrario. Lo que está haciendo la comunidad internacional (o sea Europa y USA) con Libia es indignante, ruin, rastrero... No vale la excusa de que la presión de USA era enorme. Cuando la historia nos juzgue sentiremos vergüenza del comportamiento de nuestra sociedad.

Repito una frase de Tony Cartalucci en su blog Land Destroyer:

El dinero del petróleo que una vez se usó para construir acueductos, viviendas sociales y granjas, desde Benghazi a Trípoli será encauzado directamente a las cuentas de las multinacionales. Los oligarcas financieros habrán derribado otra nación soberana con la ayuda de su ingenua población, y por su ingenuidad pagarán por el resto de sus días así como sus hijos y los hijos de sus hijos.

Aquí abajo, el resumen de la realidad, los rebeldes, dirigidos por occidentales, posiblemente servicios secretos o tropas especiales de UK, USA y Francia. Esto está siendo un golpe de estado de la OTAN aliada con la prensa para robar a los libios. Sí, somos los malos de la peli.

jueves, 14 de julio de 2011

Libia. La OTAN en la encrucijada

La OTAN en la encrucijada de qué hacer cuando ha perdido una guerra. Esperemos que no opte por la opción de un atentado de bandera falsa atribuible a los "terroristas libios", como otras veces, para tener una excusa para invadir el pais.
Copio un artículo de Thiery Meyssan en Voltairenet.



La OTAN ante la ingratitud de los libios








El 1º de julio de 2011 el gobierno libio esperaba reunir en Trípoli un millón de personas en una gran manifestación contra la OTAN. Para sorpresa de las autoridades libias, y de la OTAN, la participación se elevó a 1,7 millones de personas.





111 días después del inicio de la intervención de la Coalición de Voluntarios en Libia no se vislumbra aún ninguna solución militar y los expertos señalan unánimemente que de no producirse un golpe de suerte inesperado a favor de la OTAN o el asesinato de Muammar el Gaddafi, el tiempo corre a favor del gobierno libio.


El 7 de julio, el consejo de ministros de Italia redujo a la mitad la participación de su país en el esfuerzo de guerra y retiró su portahelicópteros. El jefe del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, declaró incluso que siempre estuvo en contra de ese conflicto pero que el parlamento lo había obligado a participar.

El 10 de julio, el ministro de Defensa de Francia, Gerard Longuet, mencionó una solución política con una salida de Gaddafi «hacia otra ala de su palacio y con otro título». Como ya no hay palacio, es evidente que la primera condición es puramente formal. En cuanto a la segunda, nadie entiende su sentido, lo cual indica que se trata simplemente de una salida puramente semántica.

Las estructuras sociales y políticas existentes en Libia son fruto de la cultura local y resultan de difícil comprensión para muchos occidentales. Libia dispone de un sistema unicameral de democracia participativa que funciona de forma notablemente eficaz a nivel local y se complementa con la existencia de un foro tribal, que no constituye una segunda cámara o una especie de senado ya que no dispone de poder legislativo, sino que integra la solidaridad entre los diferentes clanes dentro de la vida política. Ese dispositivo se completa con la figura del «Guía», que no dispone de ningún poder legal sino de una autoridad moral. Nadie está obligado a prestarle obediencia, pero la mayoría lo hace, como lo haría con el cabeza de familia, aunque nada los obliga a ello.

Se trata, en conjunto, de un sistema político apacible en el que la gente no expresa temor hacia la policía, fuera de los momentos caracterizados por intentonas golpistas o durante el motín de la cárcel de Abou Salim (1996), hechos que fueron reprimidos de manera particularmente sangrienta. Esos elementos de juicio permiten percibir lo absurdo de los objetivos de guerra de la Coalición de Voluntarios.

Oficialmente, [la Coalición de Voluntarios] interviene en respuesta al llamado del Consejo de Seguridad de la ONU y para proteger a las víctimas civiles de una represión masiva. Hoy en día, sin embargo, los libios tienen la certeza de que nunca existió la represión y de que la fuerza aérea libia nunca bombardeó ningún barrio de Bengasi ni de Trípoli. El sector de la población libia que en algún momento creyó esas noticias, divulgadas por los canales internacionales de televisión, ha cambiado de parecer. La población, que generalmente tiene parientes y amigos dispersos a todo lo largo y ancho del país, ya ha tenido tiempo de informarse sobre la situación de estos y ha llegado a la conclusión de que todo no fue más que un engaño.
Sobre ese tema, como sucede con muchos otros, el mundo se divide actualmente entre los que creen la versión estadounidense y los que no creen en ella. En lo que me concierne, yo estoy residiendo en este momento en Trípoli, específicamente en el barrio considerado hostil a Gaddafi y que supuestamente fue bombardeado por la aviación libia por haberse sublevado en el primer momento. Y soy testigo de que, con excepción de un automóvil quemado, no existe aquí ningún indicio de tales incidentes. Los únicos inmuebles bombardeados aquí son edificios oficiales destruidos posteriormente por los misiles de la OTAN.

En todo caso, los principales líderes de la OTAN también han mencionado públicamente otro objetivo de esta guerra, con el que algunos miembros de la coalición no parecen estar de acuerdo. Ese objetivo es obtener la renuncia de Gaddafi, el «cambio de régimen». Aparece así una confusión imposible de desentrañar. Por un lado, esa exigencia no tiene absolutamente ninguna base jurídica a la luz de las resoluciones adoptadas en la ONU y no tiene tampoco nada que ver con el objetivo oficialmente anunciado de garantizar la protección de la población reprimida. Por otro lado, exigir la renuncia de Gaddafi carece además de todo sentido porque Gaddafi no ejerce ninguna función institucional sino que goza únicamente de una autoridad moral implícita en estructuras de carácter social, no de carácter político.
En definitiva, ¿con qué derecho se oponen los miembros de la OTAN al proceso democrático y deciden en lugar del pueblo libio la exclusión de uno de sus líderes?
Tal confusión confirma, por demás, que esta guerra responde a móviles no confesados, móviles que no comparten todos los miembros de la Coalición de Voluntarios.

El principio mismo de un ataque simultáneo contra Libia y Siria fue adoptado por el poder estadounidense durante la semana que siguió a los atentados del 11 de septiembre de 2001. Fue expuesto públicamente por primera vez por el entonces secretario de Estado adjunto, John Bolton, en su discurso del 6 de mayo de 2002, titulado «Más allá del Eje del Mal». Fue confirmado por el general Wesley Clark, el 2 de marzo de 2007, en una célebre entrevista concedida a la televisión. El ex comandante de la OTAN presentó en aquella entrevista la lista de Estados que en los próximos años serían blancos de los ataques de Estados Unidos.
Los discípulos de Leo Strauss [1] tenían previsto atacar inicialmente Afganistán, Irak e Irán en el marco del «rediseño del Medio Oriente ampliado». Después, en una segunda fase, tenían previsto atacar Libia, Siria y el Líbano para extender el proceso y rediseñar también el Levante y el norte de África. Posteriormente, en una tercera fase, se producirían ataques contra Somalia y Sudán para remodelar el este de África.
Razones de evidente índole militar motivaron la posposición del ataque contra Irán y se decidió entonces pasar directamente a la Fase II, sin vínculo con los acontecimientos reales o imaginarios de Bengasi. La Coalición de Voluntarios se ve así arrastrada a un proceso que no deseaba y que, por demás, le queda grande.

La estrategia trazada por Estados Unidos y puesta en práctica por Francia y el Reino Unido –inmersos en una alianza que recuerda los tiempos de la expedición de Suez– se basaba en un análisis particularmente detallado del sistema tribal libio. Sabiendo que los miembros de algunas tribus –principalmente los Warfallah– han sido apartados de los cargos de responsabilidad, como resultado del fallido golpe de Estado de 1993, la OTAN explotaría las frustraciones de esas figuras, las armaría y las utilizaría para derrocar el régimen e instalar un gobierno prooccidental.

Berlusconi afirma que Sarkozy y Cameron indicaron en una reunión de los aliados, el 19 de marzo, que «la guerra se terminaría cuando se produjera, como se espera, una revuelta de la población de Trípoli contra el régimen actual».

Esa estrategia alcanzó su apogeo, el 27 de abril, con el llamado de 61 jefes tribales a favor del Consejo Nacional de Transición. Hay que señalar que en ese documento ya no se habla de masacres atribuidas al «régimen» en Bengasi y Trípoli sino de la supuesta intención de cometerlas. Los firmantes no agradecen a Francia y a la Unión Europea haber detenido una masacre ya desatada sino haber impedido una carnicería anunciada.

A partir de ese llamado, de manera constantemente y sin interrupción, las tribus de la oposición volvieron a unirse al gobierno de Trípoli y sus jefes incluso viajaron a la capital libia para expresar públicamente su apoyo a Gaddafi. Ese proceso ya había comenzado en realidad mucho antes y se manifestó públicamente el 8 de marzo, cuando el «Guía» recibió el homenaje de los jefes de tribus en el hotel Rixos, rodeado de los periodistas occidentales, que incluso sirvieron entonces de escudos humanos, absortos ante aquella nueva provocación.

La explicación es muy sencilla. La oposición interna a Gaddafi no tenía motivo alguno para derrocar el régimen antes de los acontecimientos de Benghazi. El llamado del 27 de abril se basó en noticias que los firmantes consideran hoy simples mentiras. Partiendo de ese hecho, estos fueron expresando uno a uno su apoyo al gobierno nacional en la lucha contra la agresión extranjera.

Conforme a la cultura musulmana, los rebeldes que han probado su buena fe fueron automáticamente perdonados e incorporados a las fuerzas nacionales.

No es relevante para nuestro análisis el determinar si la represión del régimen de Gaddafi es una realidad histórica o un mito de la propaganda occidental. Lo importante es saber lo que piensan en este momento los libios en su condición de pueblo soberano.

Es importante observar aquí la correlación de fuerzas en el plano político. El Consejo Nacional de Transición (CNT) no ha sabido dotarse de una base social. Bengasi, su capital provisional, era una ciudad de 800 000 habitantes.

En febrero, cientos de miles de esos habitantes celebraron su creación. En este momento, la «ciudad liberada por los rebeldes» y «protegida por la OTAN» es en realidad un pueblo fantasma que sólo cuenta algunas decenas de miles de habitantes, a menudo personas que carecen de medios para abandonar la ciudad. Los habitantes de Bengasi que no han huido de los combates han huido del nuevo régimen.

En Trípoli, mientras tanto, el «régimen de Gaddafi» logró movilizar 1,7 millones de personas durante la manifestación del 1º de julio y ha emprendido la organización de manifestaciones regionales todos los viernes. La semana pasada más de 400 000 personas participaron en la manifestación de Sabha, en el sur de Libia, y se espera una manifestación similar el viernes próximo en Az Zawiyah, en el oeste. Hay que precisar que se trata de manifestaciones de condena contra la OTAN, que ha matado más de un millar de libios, que está destruyendo la infraestructura no petrolera del país y que ha cortado las vías de suministro imponiendo al país un bloqueo naval.

Las manifestaciones se articulan alrededor del respaldo al «Guía» como líder anticolonialista, aunque no implican necesariamente una aprobación a posteriori de todos los aspectos de su política.

En definitiva, el pueblo libio ha hablado. Los libios no creen que la OTAN quiera protegerlos sino que está tratando de conquistar el país. Y estiman que es Gaddafi quien los está protegiendo ante la agresión de Occidente. En esas condiciones, la OTAN se ha quedado sin estrategia. Y no tiene «Plan B», nada de nada.
Las deserciones en el bando del Consejo Nacional de Transición son tan numerosas que, según la mayoría de los expertos, las «fuerzas rebeldes» no pasan de 800 o 1 000 combatientes, ciertamente armados hasta los dientes por la alianza atlántica, pero incapaces de desempeñar un papel importante sin apoyo popular. Es probable que los comandos de las fuerzas especiales desplegados por la OTAN en suelo libio sean más numerosos que los combatientes libios que dirigen.

La retirada italiana y las declaraciones del ministro de Defensa de Francia no tienen nada de sorprendentes. A pesar de su poder de fuego, sin equivalente en la historia, las fuerzas de la OTAN han perdido esta guerra. No en el plano militar, claro está, sino porque olvidaron que «la guerra es la continuación de la política con otros medios» y porque se equivocaron en el plano político.

Los alaridos de Washington, que regañó inmediatamente al ministro francés y se niega a reconocer los hechos, no cambiarán la realidad.

martes, 5 de julio de 2011

Los nietos de un general son objetivos militares

Para la OTAN, todo se puede definir como un objetivo militar. Tambien los nietos de un general. Copio aquí un artículo de Voltairenet.org.
http://www.voltairenet.org/La-masacre-de-Sorman
El video de la noticia, que salió en su día, en RT, se puede ver aquí abajo. Merece la pena verlo, para confirmar la suerte que tenemos ya que todavía no nos atacan a nosotros. Abajo del todo, la misma historia, con las fotos de los niños muertos.. Me siento como en Alemania en los años 30.





Era una fiesta familiar como tantas otras que se celebran en Libia. Toda la familia se había reunido para celebrar el tercer cumpleaños del pequeño Al-Khweldy. Sus abuelos, sus hermanos y hermanas, sus primos y primas se agolpaban en la propiedad familiar situada en Sorman, 70 kilómetros al oeste de la capital libia, un amplio terreno donde los miembros de la familia habían ido construyendo sus casas, pequeñas, sobrias, de un solo piso.
Sin lujos superfluos, en un entorno caracterizado por la sencillez de la gente del desierto, rodeado de un ambiente de calma y unión, el abuelo, el mariscal Al-Khweldy Al-Hamedi, criaba sus pájaros. Es un héroe de la Revolución. Participó en el derrocamiento de la monarquía y la liberación del país de la explotación colonial. Todos están orgullosos de él. Su hijo, Khaled Al-Hamedi, presidente de la IOPCR, una de las organizaciones humanitarias más importantes del mundo árabe, criaba ciervas en aquel mismo lugar. Unos 30 niños correteaban y jugaban en medio de los animales.
Los presentes estaban inmersos también en los preparativos de la boda de Mohamed, hermano de Khaled, que se encontraba en el frente luchando contra los mercenarios extranjeros dirigidos por la OTAN. La ceremonia iba a celebrarse en aquel mismo lugar, unos días más tarde. La novia se veía radiante.
Nadie se percató de que, entre los invitados, se había infiltrado un espía. Parecía estar enviando mensajes a sus amigos a través de Twitter. En realidad, había situado varios dispositivos de referencia dentro de la propiedad y estaba utilizando la red social para vincularlos al cuartel general de la OTAN.
Al día siguiente, en la noche del 19 al 20 de junio de 2011, hacia las 2:30 de la mañana, Khaled está regresando a su casa después de haber visitado y prestado auxilio a grupos de compatriotas que huían de los bombardeos de la OTAN. Se halla lo suficientemente cerca de su casa como para oír el silbido de los misiles y las explosiones.
La OTAN utilizó en total 8 misiles, de 900 kilogramos cada uno. El espía había situado en cada una de las casas dispositivos que debían servir de guía a los misiles, precisamente en las habitaciones de los niños. Los misiles cayeron en intervalos de unos pocos segundos. Los abuelos tuvieron tiempo de salir de su casa, pero ya era tarde para salvar a los hijos y los nietos. Cuando el último misil alcanzó su propia casa, el mariscal tuvo el reflejo de proteger a su esposa con su cuerpo. Acababan de pasar la puerta hacia el exterior y la onda expansiva los lanzó a los dos a unos 15 metros del lugar de la explosión. Los dos sobrevivieron.
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La casa de la familia Al-Hamedi, bombardeada por la OTAN.
© Franklin Lamb / Red Voltaire
A su llegada, Khaled no encuentra más que desolación. La mujer a la que tanto amó y que portaba un nuevo hijo en su vientre había desaparecido. Sus hijos, por los que hubiese estado dispuesto a hacer cualquier sacrificio, murieron despedazados por las explosiones o aplastados por el derrumbe de los techos.
Cada una de las casas es ahora un montón de ruinas. Doce cuerpos destrozados yacen bajo los escombros. Varias ciervas alcanzadas por la metralla agonizan en su corral.
Los vecinos que corrieron al lugar buscan en silencio algún signo de vida entre los escombros. Pero no hay esperanza. Los niños no tenían la más mínima posibilidad de escapar al impacto de los misiles. Logran recuperar el cadáver decapitado de un bebé. El abuelo recita el Corán. Su voz es firme. No llora. El dolor es demasiado profundo.
En Bruselas, los voceros de la OTAN dicen haber bombardeado la sede de una milicia favorable a Kadhafi para proteger a la población civil de la represión del tirano.
Nadie sabe cómo se planificó aquello en el seno del Comité de Objetivos. Tampoco se sabe cómo siguió el Estado Mayor el desarrollo de la operación. La OTAN, sus pulcros generales y sus diplomáticos adeptos del pensamiento correcto decidieron asesinar a los niños de las familias de los líderes libios como recurso sicológico para quebrantar su resistencia.
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Khaled Al-Hamedi ante las tumbas de sus hijos y de su esposa.
© Franklin Lamb / Red Voltaire
Desde el siglo XIII, los teólogos y juristas europeos prohíben el asesinato de familias. Es este un principio de base de la civilización cristiana. Sólo la mafia ha sido capaz de ignorar ese tabú… la mafia y, ahora, la OTAN.
El 1º de julio, en momentos en que 1,7 millones de personas participaban en Trípoli en una manifestación a favor de la defensa de su país contra la agresión extranjera, Khaled se fue al frente para socorrer a los heridos y refugiados. Varios francotiradores lo estaban esperando y trataron de matarlo. Fue gravemente herido pero, según los médicos, ya está fuera de peligro.
La OTAN no ha terminado su trabajo sucio.



viernes, 1 de julio de 2011

La constante extorsión de la OTAN

interesantísimo artículo de  http://www.voltairenet.org/en 

Gates y Rasmussen intentan una nueva extorsión
Los cofres del complejo militaro-industrial estadounidense están vacíos y el Pentágono ha confiado a Robert Gates y Anders Fogh Rasmussen la misión de presionar a sus aliados. Como todos los extorsionistas, estos prometen «protección» a sus interlocutores.

Red Voltaire | Ginebra (Suiza)


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© Security & Defense Agenda
A pesar de su carácter repetitivo y sistemático, la ofensiva que dirigen Robert Gates y Anders Fogh Rasmussen en el seno de la OTAN resulta sorprendente por su falta de contacto con la realidad.
El 10 de junio de 2011, en su discurso de adiós ante la Security & Defense Agenda [1], el secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, subrayó que los miembros europeos de la OTAN quieren gozar de la protección estadounidense, pero son en su mayoría incapaces de contribuir de manera significativa a las operaciones actualmente en marcha y los exhortó a aumentar sus presupuestos militares.
En entrevista concedida al diario británico The Guardián y publicada el 15 de junio de 2011 [2], el secretario general de la OTAN Anders Fogh Rasmussen abundó en ese sentido: «El agrandamiento de ese abismo económico puede conducir también a un agrandamiento del abismo tecnológico que puede obstaculizar las capacidades operativas de nuestras fuerzas entre sí. Los americanos siguen proporcionando equipamiento militar cada vez más perfeccionado mientras que los europeos se quedan muy por detrás. Aunque exista la voluntad política, la cooperación pudiera hacerse muy difícil a causa de ese abismo tecnológico».
En primer lugar, estas quejas no son nada nuevo. De forma más o menos sistemática, el Pentágono suele dar la señal de alarma, anuncia que la situación es crítica… y pasa el cepillo. También sistemáticamente, los aliados empiezan haciéndose los desentendidos y acaban metiendo la mano en el bolsillo… hasta la próxima vez. El discurso no es nuevo, pero el contexto ya no es el mismo, lo cual provoca un extraño efecto de desequilibrio.
Veamos los hechos: Estados Unidos se encuentra al borde de la bancarrota. Está financiando sus ejércitos con una moneda que no es más que papel mojado: el dólar. Como el complejo militaro-industrial es incapaz de cuestionarse a sí mismo y de reducir sus gastos, el Pentágono quiere obligar a sus aliados a implicarse en conflictos que nada tienen que ver con ellos para que utilicen así armas y municiones que tendrán que reponer, pagando por ellos altos precios.
Vale la pena recordar el contexto. En 2010, Grecia –Estado miembro de la OTAN, de la Unión Europea y de la eurozona– ya no logra pagar sus deudas. La decisión que se tomó para salvar a ese Estado no es reducir su deuda, sino aumentarla. Estados Unidos, Alemania y Francia le han inyectado fondos, a través de la Unión Europea y del FMI, obligándolo al mismo tiempo a comprar aviones de guerra y submarinos para que se defienda de otro Estado, que también es miembro de la OTAN: Turquía.
El gobierno de Atenas está cerrando servicios públicos y vendiendo sus empresas estatales por unas migajas de pan, pero se ve al mismo tiempo obligado a mantener un presupuesto de defensa de proporciones delirantes, que representan proporcionalmente casi el doble del presupuesto de defensa de Francia. Resultado, un año después Grecia se derrumba.
En el fondo, la situación no puede ser más clara. La OTAN no protege a sus miembros sino que los extorsiona. Prueba de ello es el caso de Grecia ante Turquía. Y en estos tiempos de crisis económica, el extorsionista se vuelve cada vez más violento.
Como de costumbre, el único en decir públicamente lo que piensa al respecto ha sido un francés. El almirante Pierre-Francois Forissier, jefe del Estado Mayor de la Marina de Guerra de Francia, declaró que la movilización de fuerzas francesas contra Libia comprometería rápidamente las posibilidades de dichas fuerzas para garantizar la defensa de su propio territorio nacional.
Su declaración, en forma de aviso previo, se hace más comprensible para quienes recuerdan que el almirante ya se había pronunciado contra la participación del portaaviones francés Charles de Gaulle en ese conflicto.
El jefe del Estado Mayor de la Marina de Guerra de Francia estaba cumpliendo así el papel que le corresponde. Lo mismo que había hecho anteriormente su homólogo de las fuerzas terrestres francesas, el general Bruno Cuche, cuando expresó sus dudas sobre la participación francesa en la guerra contra Afganistán y se opuso al despliegue de tanques Leclerc en ese país.
Posteriormente, el presidente Sarkozy forzó al general Cuche a dimitir, a causa de un incidente que provocó varias muertes en un cuartel. Es de imaginar que la presidencia de la República utilice el primer pretexto que aparezca para deshacerse del almirante Forissier.
A fin de cuentas, la única interrogante realmente válida es la que ya formuló en 2007 Vladimir Putin en el marco de la conferencia de Munich [3]: ¿Por qué los europeos siguen siendo miembros de una alianza que va en contra de sus propios intereses?
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