Los responsables de la Unión Europea están totalmente equivocados en cuanto a los atentados islamistas perpetrados en Europa y las oleadas de inmigrantes que llegan a ese continente huyendo de las guerras. Thierry Meyssan muestra que esos hechos no son secuelas fortuitas de los conflictos que agitan el Medio Oriente ampliado sino un objetivo estratégico de Estados Unidos.
- El Consejo Europeo reunido el 23 de abril de 2015 guarda un minuto de silencio en memoria de los migrantes muertos en el Mediterráneo.
Los dirigentes de la Unión Europea están confrontando cada vez más frecuentemente situaciones inesperadas. Por un lado, atentados o intentos de atentados perpetrados o preparados por individuos que no pertenecen a grupos políticos claramente identificados. Por otro lado, una gran afluencia de migrantes a través del Mediterráneo y el hecho que miles de ellos mueren a las puertas de los países europeos.
Por falta de análisis estratégico, ambos factores están siendo considerados a priori como hechos no relacionados entre sí y se ocupan de ellos administraciones diferentes. La policía y los servicios de inteligencia se ocupan de los atentados mientras que las aduanas y órganos vinculados al sector de la defensa lidian con el problema de los migrantes. Pero la fuente de ambos problemas es la misma: la inestabilidad política en el Levante y en África.
La Unión Europea se ha privado de los medios necesarios para comprender
Si las academias militares de la Unión Europea hiciesen correctamente su trabajo, habrían estudiado durante los últimos 15 años la doctrina del «hermano mayor» estadounidense. Y tendrían que haber notado que, desde hace muchos años, el Pentágono ha publicado todo tipo de documentos sobre la «teoría del caos» del filósofo Leo Strauss. Hace sólo unos meses, Andrew Marshall, un funcionario que debería estar jubilado desde hace más de 25 años, aún disponía de un presupuesto de 10 millones de dólares al año para investigar sobre ese tema [1]. Pero ninguna academia militar de la Unión Europea ha estudiado seriamente esa doctrina ni sus consecuencias. No lo han hecho por dos razones: porque es una forma de guerra bárbara… y porque fue concebida por un gurú de las élites judías estadounidenses. Además, cualquier europeo “sabe” que «Estados-Unidos-que-nos-salvó-del-nazismo» no puede favorecer tales atrocidades [2].
Si los políticos de la Unión Europea hubiesen viajado un poco, no sólo a Irak, Libia, Siria, al Cuerno africano, a Nigeria y Mali, sino también a Ucrania, habrían visto con sus propios ojos la aplicación de esa doctrina estratégica. Pero se limitaron a ir a hablar en algún edificio de la “zona verde” de Bagdad, desde un estrado en Trípoli o en la plaza Maidan de Kiev. Ignoran lo que viven las poblaciones y, a pedido del «hermano mayor», a menudo cerraron sus embajadas, privándose así de ojos y oídos en el terreno. Peor aún, también a pedido del «hermano mayor», se unieron a la aplicación de embargos, para que los hombres de negocios tampoco puedan ir a ver lo que sucede en esos lugares.
- Hoy se desconoce la cantidad de migrantes muertos en el Mediterráneo. A veces las olas depositan cuerpos en las playas de Italia o los guardacostas abordan embarcaciones llenas de cadáveres.
El caos no es fortuito, es el objetivo
Al contrario de lo que afirma el presidente Francois Hollande, el éxodo de libios no es consecuencia de una «falta de seguimiento» de la operación «Protector Unificado» –que condujo al derrocamiento y asesinato de Kadhafi– sino el resultado que se buscaba con aquella operación, en la que Francia hizo el papel de líder. El caos no se instaló en Libia porque los «revolucionarios libios» no hayan sabido ponerse de acuerdo entre sí después de la «caída» de Muammar el-Kadhafi sino que ese era el objetivo estratégico de Estados Unidos. Y lo alcanzaron. Nunca hubo una «revolución democrática» en Libia sino un movimiento secesionista en la región de Cirenaica. Nunca hubo aplicación del mandato de la ONU para «proteger a la población» sino una masacre perpetrada por la OTAN que costó las vidas de 160 000 libios, de los cuales el 75% eran civiles, según las cifras de la Cruz Roja Internacional.
Recuerdo que, antes de integrar el gobierno de la Yamahiriya Árabe Libia, se me solicitó servir como testigo en un encuentro organizado en Trípoli entre una delegación estadounidense y varios representantes libios. Durante aquella larga conversación, el jefe de la delegación estadounidense explicó a sus interlocutores que el Pentágono estaba dispuesto a salvarlos de una muerte segura, pero exigía que le entregaran al Guía. Y agregó que cuando mataran a Kadhafi, la sociedad tribal libia no lograría validar la autoridad de un nuevo líder antes de –como mínimo– una generación, situación que sumiría Libia en un caos nunca visto anteriormente en ese país. Desde entonces, he contado repetidamente aquel encuentro y predije muchas veces lo que hoy está ocurriendo.
- Leo Strauss (1899-1973) fue un especialista de la filosofía política. Se rodeó de un pequeño grupo de alumnos que, en su mayoría, trabajaron después para el Departamento de Defensa estadounidense. De hecho, formaron una secta e inspiraron la estrategia del Pentágono.
La «teoría del caos»
Cuando la prensa estadounidense comenzó a mencionar –en 2003– la «teoría del caos», la Casa Blanca ripostó hablando de un «caos constructor», haciendo entender con ello que se procedería a la destrucción de las estructuras opresoras para que la vida pudiese brotar sin obstáculos. Pero ni Leo Strauss, ni el Pentágono habían utilizado nunca aquella expresión. Al contrario, según ellos, el caos tenía que ser de tal magnitud que nada pudiese estructurarse fuera de la voluntad del Creador del Nuevo Orden, Estados Unidos [3].
El principio de esa doctrina estratégica puede resumirse de la siguiente manera: la manera más fácil de saquear los recursos naturales de un país por largo tiempo no es ocupar ese país sino destruir el Estado. Sin Estado, no hay ejército. Sin ejército enemigo, no hay riesgo de ser derrotado. Así que el objetivo estratégico del ejército de Estados Unidos y de la alianza que dirige –la OTAN– es única y exclusivamente la destrucción de los Estados. Y lo que suceda con las poblaciones de los países que son blanco de esa estrategia… no preocupa a Washington.
Ese proyecto resulta inconcebible para los europeos que, desde los tiempos de la guerra civil inglesa, están convencidos –desde la publicación de Leviatán, el libro de Thomas Hobbes– de que es preferible renunciar a ciertas libertades, y quizás aceptar incluso un Estado tiránico, a verse sumido en el caos.
La Unión Europea niega su complicidad con los crímenes de Estados Unidos
Las guerras de Afganistán e Irak ya han costado la vida a 4 millones de personas [4]. Esas guerras fueron presentadas al Consejo de Seguridad de la ONU como necesarias respuestas «en legítima defensa». Pero hoy todo el mundo admite que en realidad habían sido planificadas desde mucho antes de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 y en un contexto mucho más amplio de «rediseño del Medio Oriente ampliado» y que las razones utilizadas para justificar dichas guerras sólo fueron inventos de la propaganda.
Usualmente se reconocen los genocidios cometidos por el colonialismo europeo, pero pocos reconocen actualmente esos 4 millones de muertos, a pesar de los estudios científicos que demuestran la realidad de ese crimen. Lo que pasa es que nuestros padres eran «malos», pero nosotros somos «buenos» y no podemos ser cómplices de esos horrores.
También es usual burlarse de aquel pobre pueblo alemán que confió hasta el último instante en sus dirigentes nazis y no tomó conciencia de los crímenes cometidos en su nombre hasta después de la derrota.
Pero los pueblos de la Unión Europea estamos actuando exactamente igual. Seguimos confiando en nuestro «hermano mayor» y nos negamos a ver los crímenes en los que está implicándonos. Es probable que nuestros hijos se burlen de nosotros…
Los errores de interpretación
de la Unión Europea
Ningún dirigente de Europa occidental, absolutamente ninguno, se ha atrevido a mencionar públicamente que los refugiados provenientes de Irak, Libia, Siria y del Cuerno de África, Nigeria y Mali pueden no estar huyendo de las dictaduras sino del caos en el que nosotros, voluntaria pero inconscientemente, hemos sumido sus países.
Ningún dirigente de Europa occidental, absolutamente ninguno, se ha atrevido a mencionar públicamente que los atentados «islamistas» que están teniendo lugar en Europa pueden no ser la extensión de las guerras del «Medio Oriente ampliado» sino que son obra de los mismos que ya orquestaron el caos en esa región. Como europeos preferimos seguir creyendo que los «islamistas» odian a los judíos y los cristianos, y nos negamos a ver que la inmensa mayoría de las víctimas de esos islamistas no son ni judíos ni cristianos sino… musulmanes. Y tranquilamente los acusamos de promover la «guerra de civilizaciones», cuando ese concepto fue creado en el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos y sigue sin tener nada que ver con la cultura de los islamistas [5].
Ningún dirigente de Europa occidental, absolutamente ninguno, se ha atrevido a mencionar públicamente que la próxima etapa será la «islamización» de las redes de las redes de distribución de drogas –como en el caso de los Contras en Nicaragua, con la venta de droga entre la comunidad negra de California, con ayuda y bajo las órdenes de la CIA [6]. Hemos decidido ignorar que la familia Karzai retiró la distribución de cocaína de las manos de la mafia kosovar para ponerla bajo el control del Emirato Islámico [7].
- La subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, y el embajador estadounidense en Kiev, Geoffrey R. Pyatt. En conversación telefónica revelada por los partidarios de la legalidad, la señora Nuland se refirió al putsch montado en Ucrania precisando delicadamente que su objetivo era “darle por el culo a la Unión Europea” (sic).
A Estados Unidos nunca le interesó que Ucrania se integre a la Unión Europea
Si las academias militares de la Unión Europea no han estudiado la «teoría del caos» es porque les han prohibido hacerlo. Los pocos profesores y estudiosos que se arriesgaron a tratar de analizarla fueron duramente sancionados mientras que la prensa califica de «complotistas» o «conspiracionistas» a los autores civiles que se interesan en esa teoría.
Los políticos de la Unión Europea creían que los acontecimientos de la plaza Maidan eran espontáneos y que los manifestantes querían salir de la órbita autoritaria de Rusia para entrar en el paraíso de la Unión. Los invadió la estupefacción cuando se reveló el contenido de la conversación telefónica donde la subsecretaria de Estado Victoria Nuland, al mencionar el control que ejercía secretamente sobre los acontecimientos, hablaba de «darle por el culo a la Unión Europea» (sic) [8]. A partir de aquel momento ya no entendieron lo que estaba sucediendo.
Si hubiesen dejado trabajar a los investigadores, los dirigentes de los países miembros de la Unión Europea habrían comprendido que al intervenir en Ucrania y al organizar allí el «cambio de régimen», Estados Unidos estaba garantizando que la Unión Europea se mantuviera a su servicio. Lo que más angustia a Washington, desde el discurso de Vladimir Putin en la Conferencia de Seguridad de Munich de 2007 [9], es que Alemania acabe dándose cuenta de dónde se halla su propio interés… que no es del lado de Washington sino junto a Moscú.
Al destruir progresivamente el Estado ucraniano, Estados Unidos corta la principal vía de comunicación entre la Unión Europea y Rusia. Por mucho que retorzamos en todos los sentidos la sucesión de acontecimientos, es ese el único sentido de lo ocurrido en Ucrania. Washington no quiere que Ucrania se una a la Unión Europea, como lo demuestran las palabras de la señora Nuland. Su único objetivo es convertir ese territorio en un campo minado para todo el que trate de atravesarlo.
- El 8 de mayo de 2007 –aniversario de la caída del régimen nazi alemán– grupúsculos nazis e islamistas crean en Ternopol (Ucrania oriental) un supuesto Frente Antiimperialista para luchar contra Rusia. Organizaciones de Lituania, Polonia, Ucrania y también de Rusia participan en ese Frente, así como los separatistas islamistas de Crimea y los de Adigueya [también llamada Adiguesia], Daguestán, Inguchetia, Kabardia-Balkaria, Karachayevo-Cherkesia, Osetia y Chechenia. Al no poder asistir al encuentro, debido a las sanciones internacionales, el jefe terrorista Doku Umarov envía una intervención que será leída a los asistentes. El presidente de ese “Frente Antiimperialista” es Dimitro Yarosh, quien hoy ocupa un puesto de consejero en el ministerio de Defensa de Kiev.
La planificación militar de Estados Unidos
Así que estamos ante 2 problemas que se desarrollan con gran rapidez: los atentados «islamistas» sólo están comenzando. En el Mediterráneo, las corrientes migratorias se han triplicado en un solo año.
Si mi análisis es correcto, durante la próxima década veremos como a los atentados «islamistas» vinculados al Medio Oriente y África se agregan atentados «nazis» vinculados a Ucrania. Se descubrirá entonces que al-Qaeda y los nazis ucranianos tienen vínculos entre sí desde que celebraron –en 2007– su congreso común en Ternopol, Ucrania. En realidad, los abuelos de todos estos individuos se conocían desde la Segunda Guerra Mundial. En aquella época los nazis se dieron a la tarea de reclutar musulmanes soviéticos para luchar contra Moscú, en el marco del programa de Gerhard von Mende en el Ostministerium [el ministerio del Este creado por el Reich]. Al finalizar la guerra, tanto los nazis como sus reclutas musulmanes acabaron bajo la protección de la CIA, conforme al programa de Frank Wisner con AmComLib, para realizar operaciones de sabotaje en los territorios de la URSS.
Las oleadas de migrantes que tratan de atravesar el Mediterráneo, que hasta ahora sólo constituyen un problema humanitario (200 000 personas en 2014), seguirán creciendo hasta convertirse en un grave problema económico. La reciente decisión de la Unión Europea de ir a hundir los barcos de los traficantes de personas en Libia no lograrán detener la oleada de migrantes y sólo servirán para justificar nuevas operaciones militares para mantener el caos en Libia, pero sin resolverlo.
Todo ello provocará importantes desórdenes en la Unión Europea, que hoy da la impresión de ser un pacífico refugio. Washington no intenciones de destruir ese mercado, que sigue siendo indispensable para Estados Unidos, sino de limitar su desarrollo y garantizar que nunca logre convertirse en un competidor.
En 1991, el presidente Bush padre encargó a un discípulo de Leo Strauss, Paul Wolfowitz –en aquel entonces un desconocido para el gran público–, la elaboración de una estrategia para la era postsoviética. La «Doctrina Wolfowitz» explicaba que la supremacía de Estados Unidos exige imponer riendas a la Unión Europea [10]. En 2008, durante la crisis financiera en Estados Unidos, la historiadora Christina Rohmer, presidenta del Consejo Económico de la Casa Blanca, explicó que la única manera de sacar a flote los bancos estadounidenses era cerrar los paraísos fiscales en los demás países y provocar después desórdenes en Europa para que los capitales fluyesen hacia Estados Unidos. Actualmente lo que Washington pretende hacer es fusionar el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte, también conocido como NAFTA, por sus siglas en inglés) con la Unión Europea y el dólar con el euro, lo cual pondría a los miembros de la Unión Europea en una situación similar a la de México [11].
Por desgracia para ellos, ni los pueblos de la Unión Europea ni sus dirigentes tienen conciencia de lo que el presidente Barack Obama está preparando para ellos.
¿Qué pasó en Alcácer? Juan Ignacio Blanco. Libro prohibido por una sentencia judicial.
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