viernes, 10 de febrero de 2012

La OTAN pierde su liderazgo?

Contrariamente a lo sucedido en el momento de la agresión contra Irak, Francia no ha defendido los principios del derecho internacional en el caso de Siria sino que se ha unido al bando del imperio y repite sus mentiras. Junto a Estados Unidos y Gran Bretaña, Francia acaba de sufrir una histórica derrota diplomática, mientras que Rusia y China se convierten en los defensores de la paz y de la soberanía de los pueblos. La nueva correlación internacional de fuerzas no sólo es resultado de la decadencia de Estados Unidos en el plano militar, sino que demuestra además su creciente desprestigio. A fin de cuentas, los occidentales acaban de perder el liderazgo que habían logrado acaparar a lo largo del siglo XX, y lo pierden porque se alejaron de la legalidad traicionando sus propios principios.

or dos veces, el 4 de octubre de 2011 y el 4 de febrero de 2012, dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU han rechazado proyectos de resolución sobre la situación en Siria. El enfrentamiento se ha producido entre, de un lado, los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y, del otro, los de la Organización de Cooperación de Shangai (OCS).


El fin del mundo unipolar

Este veto multiplicado por cuatro sella el final de un periodo de las relaciones internacionales que comenzó con el derrumbe de la Unión Soviética y se caracterizó por el predominio exclusivo de Estados Unidos sobre el resto del mundo. Aunque no significa un regreso al sistema bipolar anterior a esa etapa, ilustra en todo caso el surgimiento de un nuevo modelo cuyos contornos están aún por definir. Ninguno de los proyectos de Nuevo Orden Mundial se ha concretado. Washington y Tel Aviv no han logrado institucionalizar el funcionamiento unipolar que querían imponer como paradigma intangible, mientras que los países BRICS tampoco han logrado crear el sistema multipolar que les hubiese permitido alcanzar el más alto nivel.

Como muy justamente predijera el estratega sirio Imad Fawzi Shueibi, es la crisis siria el elemento que ha cristalizado una nueva correlación de fuerzas y, a partiendo de ella, una redistribución del predominio que nadie había planeado, ni deseado, pero que hoy se impone a todos [1].

De forma retrospectiva, la doctrina de Hillary Clinton de «liderazgo desde la retaguardia» se ve como un intento de Estados Unidos por poner a prueba los límites que ya no puede sobrepasar, pero haciendo recaer la responsabilidad y las consecuencias de su experimento sobre las espaldas de su aliado británico y, sobre todo, de su aliado francés. Son estos últimos quienes asumieron el papel de líderes políticos y militares en el derrocamiento de la Yamahiria Árabe Libia y quienes también han tratado de hacerlo nuevamente para derrocar la República Árabe Siria, aunque actuaban en realidad como vasallos y contratistas del Imperio estadounidense. Son por lo tanto Londres y París, más que Washington, quienes cargan con el peso de la derrota diplomática y tendrán por consiguiente que sufrir las consecuencias de este revés en términos de pérdida de influencia.

Ante los recientes acontecimientos, los Estados del Tercer Mundo no dejarán de sacar sus conclusiones: quienes tratan de ponerse al servicio de Estados Unidos, como Sadam Husein, o de negociar con el Imperio, como Muammar el-Kadhafi, se exponen en definitiva a acabar siendo ejecutados por las tropas imperiales y sus países podrán ser destruidos. Por el contrario, sobrevivirán quienes resisten como Bachar al-Assad y saben establecer alianzas con Rusia y China.

Victoria en el mundo virtual, derrota en el mundo real

El fracaso del CCG y de la OTAN muestra la aparición de una correlación de fuerzas cuya existencia ya muchos sospechaban, pero que nadie había podido comprobar hasta ahora: los occidentales han ganado la guerra mediática, pero han tenido que renunciar a la guerra militar. Parafraseando a Mao Zedong, se han convertido en tigres virtuales.

Durante esta crisis, y aún en este instante, los dirigentes occidentales y los monarcas árabes han logrado embaucar no sólo a sus propios pueblos, sino a gran parte de la opinión pública internacional. Lograron hacer creer que la población siria se había sublevado contra su gobierno y que este último había desatado una sangrienta represión contra esa contestación política.

Sus canales de televisión vía satélite no se limitaron a mostrar imágenes previamente editadas de forma tendenciosa para engañar al público sino que incluso rodaron en estudio imágenes de ficción destinadas a satisfacer las necesidades de su propia propaganda. O sea, el CCG y la OTAN fabricaron y dieron vida mediática, a lo largo de 10 meses, a una revolución que existía únicamente en imágenes mientras que, en el terreno, Siria tenía que enfrentar una guerra de baja intensidad impuesta por elementos armados de la Legión Wahhabita respaldados por la OTAN.

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