domingo, 1 de mayo de 2011

Llamemos a las cosas por su nombre, por favor!

El pasado sábado a las 8 de la tarde una bomba occidental cayó en un área residencial de Trípoli. La bomba no mató a Gadafi como era su intención, pero sí a uno de sus hijos y a tres de su nietos, con edades hasta 12 años.

Si dentro de unos años historiadores honestos estudian los hechos que han tenido como protagonista a la civilización occidental se quedarán horrorizados ante la crueldad que esta sociedad ha demostrado, al mismo tiempo que sentirán nauseas por la falsedad de su propaganda, de su falta de autocrítica y peor todavia, de su narcisismo.



Estamos metidos en un entramado de fundaciones, ONGs, corporaciones multinacionales, ayuntamientos... que nos zambulle en planes de responsabilidad social corporativa, ayuda a los negritos de África, campañas de 1 kg de comida, días mundiales del cancer de pancreas y cosas similares, que permiten que se perpetúen esquemas de poder que causan lo que son clara y llanamente asesinatos. Y esta vez incluso de niños.

Cuando dentro de unos años nos estudien historiadores honestos, ¿a cuál de las dos partes llamará terroristas?




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